¿QUÉ OFRECEMOS COMO ADULTOS A LOS ADOLESCENTES?

 




 

Es de gran impacto social lo que vivimos por los casos de Fernando Baez Sosa y el pequeño Lucio Dupuy. Tengo más preguntas que respuestas, pero me interesa compartir con ustedes algunos conceptos para que podamos pensar juntos.

A continuación cito a Ana Quiroga : “ La conducta es esencialmente relacional y solamente puede ser descifrada en la red vincular en la que se configura. El sujeto se comporta en un contexto que es, horizonte de sus experiencias y solo en ese contexto esa conducta adquiere significación y coherencia”

En temas anteriores hemos expuesto, desde la mirada de distintas disciplinas, la importancia de los padres en el desarrollo de los adolescentes. En forma general podemos decir que la exclusión, el abandono, la sobreprotección, la tolerancia sin límites impactan en forma negativa en su desarrollo. La simetría en los roles: padres amigos de los hijos, profesores colegas de sus alumnos no ayudan a la  independencia y a la seguridad en la etapa adolescente.

Quizás tenemos que prestar más atención, como adultos, al acompañamiento con educación y amor: En lugar de imposición, consenso; autoridad, pero no autoritarismo; la necesidad de los límites. Resultaría interesante transmitirles que las cosas no siempre salen como uno quiere y que la frustración puede venir de un error (que se puede superar con una nueva acción), porque no somos perfectos y en cada crisis tenemos la posibilidad de aprender.

Como antes se dijo, este momento del desarrollo es el momento ideal para otorgarles herramientas necesarias para la edad adulta.

A nivel biológico, todos pasamos por esta etapa. En esta metamorfosis que atraviesan todos los adolescentes se hace necesario que alguien los guíe, pues desaprenden lo aprendido en la infancia para aprender lo nuevo. El cerebro comienza a hacer nuevas conexiones, lo que aumenta su capacidad de reflexión e independencia.

Sumamos a esto que este movimiento se da en un contexto inseguro, a veces violento. Por ejemplo; drogas, alcohol y la mirada hacia el otro como amenaza.

Los fenómenos psíquicos se conforman en la relación sujeto-mundo, observando al hombre en situación, en su realidad objetiva, para satisfacer sus necesidades, mediante la acción. Para esto habrá que hacer una investigación crítica de su contexto; en cuánto posibilitan u obstaculizan, la familia, las instituciones. Es decir una adaptación activa a la realidad. Entonces, en estas relaciones de sujeto- mundo; sujeto-familia; sujeto-instituciones; sujeto educación primaria y secundaria se van estableciendo vínculos, que determinan en parte su conducta y como dice Ana Quiroga …“solo en ese contexto esa conducta adquiere significación y coherencia”.

Entiendo que nuestro desafío es ofrecer espacios grupales para estimular la comunicación entre adolescentes y con las familias, donde se puedan trabajar diferencias particulares y necesidades comunes. En lugar de la competencia, la cooperación; en lugar de la exclusión, la complementariedad; en lugar de la obediencia, el espíritu crítico. Debemos, como adultos, buscar una actividad transformadora.

“… Se trata de respetar la identidad y de corregir aquello que impide un verdadero aprendizaje, fomentando los mecanismos de creación, para que así se modifique el sujeto y este pueda modificar el mundo que lo rodea”. Palabras de Pichon Riviere.

Expertos en esta materia, aluden en que es la etapa de mayor altruismo como también es la etapa en que sus estados de ánimo pasan de un polo a otro. Hay simpatías y antipatías. En estas contradicciones que atraviesan, las actividades en trabajos sociales les permite poner atención en lo ajeno, en el otro; como así también, atención en la palabra del otro, en el pensamiento del otro, la escucha atenta, lo que resuena, o diferencia.

Seguro en la complejidad del ser humano existen muchos más factores: Este es solo un recorte para que sigamos pensando juntos en la transformación como sujetos, como sociedad, como hacedores de un orden social más justo.

 

Yo en el laberinto

 

Como la vida, el laberinto

se envuelve sobre un eje misterioso.

Termina donde dobla.

Se quiebra, zigzaguea,

desanda en espiral y avanza en círculo.

Gira sin avisar que la línea se enreda

en un nudo ovillado que no empieza.

Continúa y se junta en el centro de un lazo que intersecta un camino bifurcado.

Se mete en la madeja de curvas paralelas cortadas por un eje

de trayectoria recta.

Propone cinco ángulos

en diagonal trazados

para encontrar el centro

del paralelogramo.

Parecido a la vida, el laberinto

no está señalizado.

Por eso es conveniente recordar

que no siempre el atajo es el atajo.

Y caminarlo lento,

sin correr tras la prisa

porque al final de día, comprendemos:

fue mejor el andar que la salida.

Liliana Bodoc

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